17.10.13

Mikel y la fábrica de sueños - Mikel Durán



Inmediatamente después de que se nos plantease el ejercicio de crear un producto audiovisual individual, surgieron, de manera inherente, dos factores en la ecuación, “qué quiero contar” y “cómo lo quiero contar”. En este caso, ya nos proporcionaron “el que”, por lo que “el cómo” se convirtió en la incógnita a despejar. A priori “el cómo” significaba libre albedrío, pero se nos impuso la condición de que lo resolviésemos mediante la cámara de un teléfono móvil, lo cual, para mí, supuso un conflicto, un reto a resolver de la manera más simple. Quería un producto final, puro, casi sin adulterar, pero en seguida me di cuenta de que no disponía de medios, ni tiempo suficiente para da rienda suelta a la creatividad.

La idea inicial era grabar en primera persona, pero de tal manera, que me dejase las dos manos libres para poder realizar actividades sin ningún tipo de impedimento. De ahí surgió la metodología técnica, me puse un gorro de piscina, acople la cámara en mi frente, e hice un agujero para el objetivo. En lo que al relato se refiere, tenía claro que quería compartir mi pasión por el guión y se me ocurrió que la forma más adecuada era subtitular la pieza, creando así un nexo entre la palabra y la imagen, entre el cine en su forma más primitiva y el cine en su máximo esplendor.

Las primeras frustraciones y desengaños llegaron en el momento de la producción, cuando me vi asediado entre: grabar solo y la imposibilidad de ver a tiempo real lo que estaba grabando al tener el dispositivo en la frente. Me obcequé por la calidad de las imágenes, y la impotencia aumentó. No obstante, retorné a la idea básica de la que se gestó el vídeo y pensé: ¿realmente es tan importante la calidad técnica de las imágenes en un ejercicio de auto-reflexión? ya sabía a lo que me enfrentaba desde el momento en el que cogí el móvil, así que seguí adelante y decidí abordar la edición con el material que tenía, enfatizando mi discurso con el valor añadido de la música. No quería nada pretencioso, ni opulento, tan solo quería transmitir con la fuerza de la palabra, más el complemento de la imagen, mi visión sobre el cine, lo que no sabía es que se convertiría en un ejercicio de introspección con el que poner a prueba mis dotes para escribir historias.

Mi perspectiva sobre el cine en cuestión:
Veo el cine como una fábrica de sueños, y al igual que en los sueños, en el cine todo es posible. Durante mi infancia estaba convencido de que sería arquitecto, tenía la certeza de que diseñaría una gran casa; supongo que no voy mal encaminado, porque al fin y al cabo ser cineasta es como ser una especie de arquitecto de sueños.


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